sábado

Jodorowsky



La queja, si está justificada, tiene su razón de ser. Pero una queja sin razón, una queja, simplemente para llamar la atención, no es de recibo. Hay expertos en quejarse, gente a la que le pasa de todo, siempre con problemas que pueden solucionarse de una manera rápida  y discreta. Pero no, siguen con sus quejas, parecen seguir en la infancia, cuando lo habitual era llorar ante  la madre  y recibir sus mimos. Alejandro Jodorowsky en su libro "Cabaret Místico" cuenta un chiste que ilustra muy bien esta situación que es más habitual de lo que parece.

Un niño entra en su casa y, llorando, se precipita en brazos de su madre. Tiene un leve rasguño en la cara.
 - ¡Ese maldito niño se me echó encima y me golpeó! - se queja entre sollozos.
 - Mi pobre pequeño, ¿Sabes como se llama el que te golpeó? - pregunta la madre, conmovida por el dolor de su hijo.
 - No, no lo conozco.
 - Entonces, ¿cómo vamos a hacer para identificarlo?
 - No lo sé, pero tal vez esto nos ayude: tengo en mi bolsillo su oreja.

Son muchas las personas que se consideran víctimas, pese a que han arrancado la oreja a su enemigo - dice Jodorowsky.

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