jueves

Codicia


Esta foto la tomé en el interior de Santa Sofía en Estambul, el lugar por cuyas calles cabalgaba el sultán de la historia   


Con la que está cayendo, viene bien el cuento sufí que traigo a colación.

Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia. Todos menos un derviche arapiento.

El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás. El derviche contestó:

- Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes : dinero, poder, posición social. Gracias a Alá esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?.

La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.

- ¿Qué quieres decir? - gritó.
- Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia - dijo el derviche tranquilamente.


Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.

domingo

Auschwitz



El 27 de enero de 1945, hace ahora 70 años, una patrulla de la 107 División del Ejército Rojo llegó a las inmediaciones del campo de concentración de Auschwitz, allí encontraron sólo a 7.000 supervivientes del más de millón de prisioneros que los nazis exterminaron en ese campo. Los supervivientes estaban en tan malas condiciones de salud, que la mitad murió en los días siguientes a pesar de los cuidados médicos.

El horror generado por los nazis dirigidos por Adolf Hitler y su círculo de poder, con la connivencia, el apoyo y, en muchos casos, la indiferencia, de buena parte de los alemanes, permitió el Holocausto.

Uno de los supervivientes de aquel campo de concentración fue el psicólogo judío austríaco Victor Emil Frankl. Años después publicó un libro titulado ”El hombre en busca de sentido”, en él encontré un párrafo que decía lo siguiente:


Una tarde en que nos hallábamos descansando sobe el suelo de nuestro barracón, muertos de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol. De pie, allá fuera,  vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban de forma  y de color desde el azul acero al rojo bermellón, mientras que los desolados barracones grisáceos ofrecían un contraste hiriente cuando los charcos del suelo fangoso reflejaban el resplandor del cielo. Entonces, después de dar unos pasos en silencio, un prisionero le dijo a otro: “¡Qué bello podría ser el mundo!”.

miércoles

Amar



Traigo hoy aquí una reflexión de un jesuita un poco especial, Anthony de Mello. Digo un poco especial, porque era muy abierto a otras religiones y a otras formas de pensar, incluyendo fundamentalmente el budismo. 

Estos días en los que el horror que provoca una acción basada en creencias religiosas como las de París, parecen abrir la puerta a la intolerancia, sobre todo derivada de las ideas religiosas de unos  y de otros.

De Mello, hace muchos años, escribió está magnífica reflexión que viene al pelo para hacérsela llegar a los responsables de la matanzas de París.

Le dijo un cristiano a un budista: “En realidad, podríamos ser hermanos. Pero eso es para los idealistas y para los estúpidos. Para los que somos prácticos, la fraternidad radica en la coincidencia de las creencias”.


Por desgracia, la mayoría de las personas poseen la religión suficiente para odiar, pero no lo bastante como para amar.

domingo

Una maravilla



Es bueno ser consciente de la importancia de cada ser humano. Quizá deberíamos repetirnos a menudo lo importante que somos. Cada uno de nosotros es irrepetible. Y cada uno una maravilla. En nuestras manos está usar nuestro cuerpo y nuestra mente de modo adecuado, sacarle el mayor provecho posible para nosotros y para los demás.

Una reflexión del gran músico catalán Pau Casals nos muestra el camino. 

Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que jamás volverá. ¿Y qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? Pues les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia.

¿Cuándo les enseñaremos, además, lo que son? A cada uno de ellos deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla. Eres único. Nunca antes ha habido ningún otro niño como tú. Con tus piernas, con tus brazos, con la habilidad de tus dedos, con tu manera de moverte.

Quizás llegues a ser un Shakespeare, un Miguel Ángel, un Beethoven. Tienes todas las capacidades. Sí, eres una maravilla.
Y cuando crezcas, ¿serás capaz de hacer daño a otro que sea, como tú, una maravilla?

Debes trabajar como todos debemos trabajar para hacer el mundo digno de sus hijos.

sábado

Jodorowsky



La queja, si está justificada, tiene su razón de ser. Pero una queja sin razón, una queja, simplemente para llamar la atención, no es de recibo. Hay expertos en quejarse, gente a la que le pasa de todo, siempre con problemas que pueden solucionarse de una manera rápida  y discreta. Pero no, siguen con sus quejas, parecen seguir en la infancia, cuando lo habitual era llorar ante  la madre  y recibir sus mimos. Alejandro Jodorowsky en su libro "Cabaret Místico" cuenta un chiste que ilustra muy bien esta situación que es más habitual de lo que parece.

Un niño entra en su casa y, llorando, se precipita en brazos de su madre. Tiene un leve rasguño en la cara.
 - ¡Ese maldito niño se me echó encima y me golpeó! - se queja entre sollozos.
 - Mi pobre pequeño, ¿Sabes como se llama el que te golpeó? - pregunta la madre, conmovida por el dolor de su hijo.
 - No, no lo conozco.
 - Entonces, ¿cómo vamos a hacer para identificarlo?
 - No lo sé, pero tal vez esto nos ayude: tengo en mi bolsillo su oreja.

Son muchas las personas que se consideran víctimas, pese a que han arrancado la oreja a su enemigo - dice Jodorowsky.

viernes

Maslow y la realización

Abraham Maslow fue un psicólogo de Estados Unidos, promotor de la llamada Psicología Humanista. Una de sus ideas era la de que una vez completadas las necesidades fisiológicas  y de tipo básico, el ser humano busca la autorrealización. Cada ser humano quiere completar su potencial, no quedarse en lo simple, en el día a día, en el trabajo cotidiano y repetitivo, sino que quiere trascender.

Nos dejó un esquema muy preciso de los diferentes niveles de la jerarquía de las necesidades humanas, en lo más bajo la respiración, la alimentación, las necesidades  fisiológicas. Lo interesante de este esquema, llamado Pirámide de  Maslow, es lo que aparece arriba, allí está la trascendencia, el lugar donde conseguimos realizarnos como seres humanos.


Este es su esquema de niveles:




jueves

Einstein




Hay muchas frases que dicen dijo Einstein y luego resulta que no dijo. Todas ellas circulan por la red. 
Algunas son extraordinarias, dignas de su genio, y otras tan tontas que no parecen suyas. 
El caso es que creo haber leído en alguna obra suya una reflexión que, más  o menos, venía a decir lo siguiente:

“El mundo es un lugar maravilloso en el que podemos vivir bien y muy a gusto. El mundo es un lugar horrible en el que todo es sufrimiento y desdicha. Las dos afirmaciones son ciertas. Tu eliges.”

Pues eso.

miércoles

Ahora




En alguna ocasión he hablado de la importancia de vivir en el presente, en el ahora. 

Ya lo decían los antiguos, carpe diem que quiere decir toma el día, es decir, aprovecha el momento. Es el ahora en donde podemos encontrar lo que nos satisfaga, lo que nos haga sentir realizados de verdad. 


Y, además, es importante que lo cuidemos que seamos capaces de aprovechar ese ahora porque, en otro caso, cuando años después volvamos  nuestra mirada hacia el tiempo pasado, lamentaremos no haber aprovechado adecuadamente cada momento de nuestra vida. Nos lamentaremos de haber dilatado en el tiempo el momento en el que íbamos a hacer nuestras grandes cosas, momento que nunca llegará. 

Hay que hacerlo ya. Ahora. 

Nos lo decía así de claro el pensador y humorista canadiense Stephen Butler Leacock:



"¡Qué extraño es nuestro breve paso por la vida! El niño dice: Cuando sea un chico grande. Pero ¿qué es eso? El chico grande dice: Cuando sea mayor. Y el mayor dice: Cuando me case. Y que es casarse a fin de cuentas. Pero cuando se casa cambia su pensamiento: Cuando pueda retirarme. Y después, cuando llega el retiro, la jubilación, se vuelve la vista hacia el paisaje atravesado; parece correr por él un viento frío. Hay algo que no se ha logrado y que desaparece. La clave de la vida, según lo aprendemos demasiado tarde, está en vivir, en el tejido de cada día y cada hora."

martes

Felicidad e infelicidad



Buscamos la felicidad pero nos cuesta encontrarla. A veces conseguimos un estado cercano a ella, pero resulta ser momentáneo, se evapora al instante. Parece ciertamente difícil lograr un estado permanente de felicidad, por mucho que nos empeñemos en leer libros de autoayuda, por mucho que escuchemos consejos que nos quieran  ayudar a conseguir la felicidad, no lo lograremos si en nuestro interior no somos capaces de crear el ambiente adecuado, si no sabemos cuales son los ingredientes que pueden ayudarnos en esa búsqueda de la felicidad.

Pamela Star, en el Huffington Post ha explicado lo contrario, los siete hábitos de las personas infelices. Basta con darle la vuelta, evitar esos hábitos y conseguir pasar de la infelicidad a la felicidad. Estas son sus propuestas. 

Según explica la investigadora Sonja Lyubomirsky de la Universidad de California "El 40% de nuestra capacidad para ser felices se encuentra en nuestro poder de cambio".

Si esto es cierto (y lo es), aún hay esperanza. Hay miles de millones de personas en nuestro planeta, y muchas son realmente felices. El resto oscila entre la felicidad y la infelicidad dependiendo del día.

La diferencia entre una vida feliz e infeliz radica en la frecuencia y el tiempo que nos quedamos ahí.

Éstas son las siete cualidades de las personas crónicamente infelices.

1. Piensan por defecto que la vida es dura.

 La gente feliz sabe que la vida puede ser dura y suelen enfrentarse a los momentos difíciles con una actitud de curiosidad en vez de victimismo. Se hacen responsables de haberse metido en un lío y se concentran en salir de ahí lo antes posible.

 La perseverancia ante la resolución de problemas -en lugar de quejarse por las circunstancias- es un síntoma de una persona feliz. Las personas infelices se ven como víctimas de la vida y se atascan en la actitud de "mira lo que me ha pasado" en vez de buscar una salida al otro lado.

2. Creen que no se puede confiar en la mayoría de la gente.

No voy a discutir que el sano discernimiento es importante, pero la mayoría de las personas felices confían en sus compañeros. Creen en la bondad de la gente; no consideran que todo el mundo tiene intención de pillarlos. En general, la gente feliz se muestra abierta y simpática con las personas que conocen y desarrollan un sentido de comunidad a su alrededor.

 Los infelices desconfían de la mayoría de personas que conocen y piensan que no se puede confiar en los desconocidos. Por desgracia, este comportamiento va cerrando poco a poco la puerta a cualquier conexión con el mundo más allá de su círculo interno e impide cualquier oportunidad de hacer nuevos amigos.

3. Se concentran en lo que va mal, no en lo que va bien.

 Sin duda hay muchas cosas malas en este mundo, pero las personas infelices pasan por alto lo bueno y se centran en lo que va mal. Los puedes ver de lejos, quejándose y respondiendo "sí, pero..." a cualquier aspecto positivo de nuestro mundo.

 La gente feliz es consciente de los problemas del mundo, pero equilibran su preocupación con el conocimiento de lo que va bien. Me gusta llamarlo "tener los dos ojos abiertos". Los que no son felices tienden a cerrar un ojo ante lo bueno por miedo a distraerse de lo malo. La gente feliz mantiene la perspectiva. Saben que nuestro mundo tiene problemas, pero también dirigen su mirada hacia lo positivo.

4. Se comparan con otros por envidia.

 Una persona infeliz piensa que la buena suerte de los demás les está robando la suya. Creen que no hay suficientes cosas buenas y siempre comparan lo suyo con lo de los demás. Esto lleva a los celos y al resentimiento.

 Las personas felices saben que su buena suerte y sus circunstancias son simplemente signos de aquello a lo que pueden aspirar a conseguir. Los felices creen que poseen un plan de acción único que nadie puede duplicar ni robar. Creen en posibilidades ilimitadas y no se desaniman pensando que la buena suerte de alguien limita sus resultados en la vida.

5. Ansían controlar su vida.

 Existe una diferencia entre el control y las ansias de conseguir nuestros objetivos. La gente feliz va dando pasos todos los días para lograr sus objetivos, pero se dan cuenta de que al final, pocas cosas se pueden controlar en lo que nos depara la vida.

 Las personas infelices tienden a microgestionar sus esfuerzos por controlar todos los resultados y se derrumban cuando la vida les destroza su plan. La gente feliz también se concentra, pero tienen la capacidad de dejarse llevar y no desmoronarse cuando se llevan un chasco.

 La clave es centrarse en los objetivos, pero dejar espacio para que ocurra lo peor sin derrumbarse. Hasta los mejores planes se desvían. Cuando algo sale mal, la gente feliz tiene un plan B: seguir la corriente.

6. Piensan en el futuro con miedo y preocupación.

 La gente infeliz tiene la cabeza llena de pensamientos negativos y no da una oportunidad a lo que podría salir bien.

 Las personas felices tienen una dosis saludable de delirio y se permiten soñar despiertos con lo que les gustaría que la vida les sorprendiera. Las personas infelices tienen la mente repleta de miedos y preocupaciones constantes.

 La gente feliz experimenta miedo y preocupación, pero existe una gran diferencia entre sentirlo y vivirlo. Cuando el miedo llega al pensamiento de una persona feliz, ésta busca qué puede hacer para evitar que ocurra lo que le preocupa (de nuevo, la idea de responsabilidad). Si no está en su mano, se dan cuenta de que el miedo se está apoderando, y lo aparcan.

7. Siempre hablan de cotilleos y quejas.

 A las personas infelices les gusta vivir en el pasado. Lo que les pasa, los problemas, son sus temas preferidos de conversación. Cuando se les acaban las cosas que decir, se pasan a hablar y cotillear sobre la vida de otras personas.

 La gente feliz vive en el ahora y sueña con el futuro. Puedes sentir sus vibraciones positivas al entrar en una sala. Se emocionan cuando algo sale bien, agradecen lo que tienen y sueñan con lo que les pueda deparar la vida.

 Obviamente, nadie es perfecto. Todos nadamos en las aguas de la negatividad de vez en cuando, pero lo importante es el tiempo que nos quedemos en ellas y lo rápido que intentemos salir de ahí. No consiste en hacer todo a la perfección: son los hábitos positivos de la vida diaria lo que diferencia a las personas felices de las infelices.

 Anda, cáete, vuelve a levantarte y repítelo. La diferencia reside en levantarse.

domingo

Creatividad



Libertad, pensamiento y energía. La creatividad surge de la confluencia de estas tres facultades humanas. 

Este es el planteamiento básico de un libro que estoy leyendo estos días  y que resulta particularmente interesante para comprender los recónditos recovecos por los que surge la creatividad.

El libro al que me refiero es el titulado "La reconquista de la creatividad" y su autor es el economista Fernando Trías de Bes. Trías recuerda que la creatividad nos distingue del reino animal. Estamos vivos, pensamos y queremos ser libres. ¿Cómo no vamos a crear? No es que sea una posibilidad. Es una inevitabilidad. 

Todo hombre  y toda mujer, por el mero hecho de serlo, son ya de por sí creativos. Nuestra naturaleza es creativa, somos plenamente creativos desde que nacemos y lo somos hasta que morimos. La creatividad está en la esencia del ser humano. La creatividad es innata.

El único problema es cuando esa creatividad queda coartada en el proceso educativo escolar.

sábado

Saber escuchar


A veces, con las palabras justas, las palabras adecuadas, acertamos. Ya lo dice el aserto: "el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras". Lo precisó William Shakespeare cuando dijo aquello de “es mejor ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras”

Hay un hecho cierto. El hombre tiene una boca, pero dos oídos. Es como si la propia naturaleza nos marcara la necesidad de escuchar el doble de lo que hablamos. 

Solemos hacer justo lo contrario, hablar el doble de lo que escuchamos. Queremos decir muchas cosas sin percatarnos de que quizá nuestro interlocutor no quiere que le hablemos tanto. 

Es importante saber hablar, pero es más importante escuchar. Saber escuchar es un arte que puede ayudarnos a obtener grandes beneficios. Tal como dijo el estadista británico Winston Churchill, “se necesita coraje para pararse y hablar. Pero mucho más para sentarse y escuchar”.


Pero, cuidado, es necesario saber comunicar adecuadamente. Pericles, el dirigente de Atenas que nos legó las magníficas construcciones de la Acrópolis, lo dejó claramente expresado con una frase lapidaria: “El que sabe pensar, pero no sabe cómo expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar.”

Bendita locura


Pamela Hartigan es directora del centro de emprendedores sociales de la Universidad de Oxford y autora, junto con John Elkington, de un libro que lleva el sorprendente título de “El poder de la locura”. 
Trabajó durante años en el FMI, Fondo Monetario Internacional, y con el tiempo vio que ese no era su lugar. Luego estuvo en la OMS, la Organización Mundial para la Salud, donde su sueldo era de 250.000 euros anuales. También lo dejó.

“Ahora gano mucho menos - confesó en una entrevista en el periódico La Vanguardia- pero el dinero no era ni es el problema: convertirlo en el centro de tu vida es el problema. En aquel momento, lo que me preocupaba es que tenía un cargo en el que no estaba sirviendo a los demás. Por lo tanto, no me hacía feliz.”

Pamela es también directora de la Fundación Shwab, desde la que ha montado una red mundial de  emprendedores sociales que ella define como una mezcla de Richard Branson, el dueño de Virgin Airlines, y de la Madre Teresa.

Pamela Hartigan desarrolló una lista de diez puntos que tienen en común los emprendedores sociales. Es una lista realmente interesante que el escritor Paulo Coelho recogió en uno de sus artículos y que ahora traemos aquí.

Impaciencia: quien persigue un sueño no se queda esperando a que las cosas sucedan. Ve los problemas de ayer como las oportunidades de hoy. Por su impaciencia, es frecuentemente obligado a cambiar de rumbo, pero es esa adaptación la que lo hace madurar.

Conciencia: quien persigue un sueño sabe que no está solo en este mundo, y que cada gesto suyo tiene una consecuencia. El trabajo que está haciendo puede transformar el ambiente que le rodea. Al comprender este poder, él pasa a ser un elemento activo de la sociedad y eso le reconcilia con la vida.

Innovación: quien persigue un sueño cree que todo puede ser diferente de cómo es, pero para ello necesita encontrar un camino que aún no ha sido recorrido. Aunque esté siempre rodeado de la vieja burocracia, de los comentarios ajenos y de las dificultades de penetrar en una selva aún no conquistada, descubre las maneras de hacerse oír.

Pragmatismo: quien persigue un sueño no se queda esperando los recursos ideales para comenzar su trabajo: se remanga y se pone manos a la obra.

Aprendizaje: quien persigue un sueño es generalmente alguien que tiene un gran interés en una determinada área, y cuya observación detallada hace que encuentre nuevas soluciones para problemas antiguos. Pero este aprendizaje sólo puede ser alcanzado a través de la práctica y de la constante renovación.

Seducción: nadie consigue sobrevivir aislado en un mundo competitivo. Consciente de eso, quien persigue un sueño consigue hacer que otras personas se interesen por sus ideas. Y esas personas se interesan porque saben que están delante de algo creativo, comprometido con la sociedad y que, además, podría resultar lucrativo económicamente.

Flexibilidad: quien persigue un sueño tiene una idea en la cabeza, y un plan para transformarla en realidad. Sin embargo, a medida que avanza, se va dando cuenta de que tiene que adaptarse a las realidades del mundo que le rodea, y es a partir de ahí que su responsabilidad social pasa a ser un factor importante en la transformación del medio ambiente. Un ejemplo: para disminuir la mortalidad infantil de una determinada ciudad no basta cuidar la salud de los niños; es preciso 
modificar la estructura sanitaria, el sistema de alimentación, etc..

Obstinación: quien persigue un sueño puede ser flexible en su camino, pero está al mismo tiempo concentrado en su objetivo. Por causa de sus ideas innovadoras y por estar siempre moviéndose en terreno desconocido, jamás dice "lo probé, pero no dio resultado". Al contrario, siempre busca todas las alternativas posibles y gracias a eso los resultados terminan apareciendo.

Alegría: quien persigue un sueño pasa por momentos difíciles pero está contento con lo que hace. Sus eventuales confusiones y errores nada tienen que ver con su incapacidad, y él es capaz de sonreír cuando da un paso en falso porque sabe que podrá corregir su movimiento más adelante.


Contagio: quien persigue un sueño tiene la capacidad única de hacer que las personas que le rodean perciban que vale la pena seguir su ejemplo y hacer lo mismo. Por ese motivo jamás se sentirá solo, incluso si de vez en cuando se siente incomprendido.

jueves

Antes de morir... ¡VIVE!




Siempre me siento feliz, ¿sabes por que?

Porque no espero nada de nadie;


Una vez más volvemos a nuestro eterno William Shakespeare. El gran escritor británico nos dejó frases magníficas y pensamientos extraordinarios que pueden ayudarnos en el caminar de la vida. 

Hoy traemos aquí una impagable aportación del autor de "Romeo y Julieta". Léela con atención, puede servirte de mucho en el próximo futuro.


Esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución.Lo único que no se resuelve es la muerte.

La vida es corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe.

Vive intensamente y recuerda:

Antes de hablar...  Escucha

Antes de escribir...  Piensa

Antes de criticar...  Examínate

Antes de herir...  Siente

Antes de orar...  Perdona

Antes de odiar...  Ama

Antes de gastar...  Gana

Antes de rendirte...  Intenta

Antes de morir...  ¡VIVE!

¡Viva el vino!



Era el vino. Ahí estaba la clave de la llamada paradoja francesa. El buen vino de viñas añejas claro.

Hace ya muchos años que a los científicos les llama la atención sobremanera el hecho de que en un país como Francia, en el que se come tanto foie gras  que no deja de ser una bomba grasienta, vivan más tiempo y tengan menor presencia relativa de enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

¿Qué pasa en Francia? Pues que son grandes consumidores de vino y que el vino, guarda en su interior un elemento mágico que es el resveratrol, una fitoalexina que es capaz de prolongar la vida de las células hasta en un 70%, al activar las sirtuinas, los genes de la longevidad, según confirma David Sinclair, profesor de la Universidad de Harvard y primer científico que relacionó esta molécula con la longevidad.

Y es que Sinclair ha ido demostrando, en todo este tiempo, que el resveratrol aumenta la esperanza de vida de levaduras, después de gusanos, más tarde de insectos (abejas y moscas) y, finalmente, de mamíferos, ratones por ahora.

Sinclair comprobó hace 10 años que el resveratrol es capaz de prolongar la vida de las células hasta en un 70%, al activar las sirtuinas, los genes de la longevidad. Y, ¿cómo funciona? De los siete tipos de sirtuinas  identificados hasta ahora, esta molécula actúa sobre la SIRT1, capaz de activar la central de energía de las células: la mitocondria. Dice Sinclair: “Aumentando la producción de SIRT1, estimulamos la actividad de esa central de energía celular, que pierde potencia con los años. Al recargar las baterías de ese modo, protegemos las células frente al deterioro y conseguimos profundos efectos en la salud”.

El científico norteamericano nos propone un mensaje esperanzador para el futuro: “Estas investigaciones nos van a conducir a nuevas moléculas y a fármacos que pueden prolongar la vida y prevenir enfermedades asociadas a la edad. La puerta a la longevidad está más abierta que nunca”.

Así que, ¡Viva el vino! Habrá que añadir que en su justa medida, claro.